Sentir el dolor es crear nuevos recuerdos de amor.

Pasamos nuestras vidas tratando de escapar del dolor.

Ponerse a trabajar.

Distraerse.

Anestesiándote.

Pero el dolor no desaparece sólo porque no lo miras.

Ella se queda allí.

Almacenado en el cuerpo.

Esperando el momento de hacerse sentir.

Y cuando aparece, se siente demasiado pesado.

“¿Qué pasa si no puedo manejarlo?”

“¿Y si es peor de lo que imagino?”

Pero la verdad es que la única manera de superar el dolor…

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No hay atajos

No es posible saltarse esta parte.

Cuando te permites sentir, algo dentro de ti se reorganiza.

Los recuerdos que quedaron congelados en el pasado comienzan a integrarse.

Das un lugar a aquello que durante tanto tiempo no tuvo lugar.

Y en este espacio de presencia, nace un nuevo recuerdo.

Recuerdo de amor.

De apoyo.

Confiable.

Así es como se transforma el ciclo del dolor.

No por escape.

No por la fuerza.

Pero por el coraje de sentir.

Y sentir no significa estar solo.

Todo lo contrario.

Cuando encuentras un espacio seguro, una mirada acogedora, un regazo que te apoya, tu cuerpo lo entiende:

“Ahora puedo dejarme ir”.

Y luego, poco a poco, lo que una vez parecía imposible comienza a abrirse.

La vida fluye de nuevo.

Te descubres más completo.

Más cierto.

Más libre para vivir lo que siempre has soñado.

Porque sentir dolor no es debilidad.

Es amor.

Es el comienzo de una vida plena.

 

 

“La libertad es tomar decisiones que nos traigan más amor y bienestar”. Sitara Ju

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