A simple vista parece tranquilo, práctico, incluso indiferente.
Pero dentro, hay un cuerpo en alerta constante, tratando de sobrevivir a la incomodidad de sentir.
Muchos hombres han aprendido que la emoción es debilidad.
Ese sentimiento es peligroso.
Entonces, cuando la vida toca lugares de dolor, estos se cierran.
Deja de hablar.
Dejaron de mirarse a los ojos.
Se alejan de aquellos que más aman, no por falta de amor, sino por falta de recursos internos.
Esta aparente indiferencia es a menudo una forma de protección.
Detrás de ello, a menudo hay un miedo al rechazo, vergüenza por no saber cómo actuar y un profundo deseo de ser comprendido, pero sin saber por dónde empezar.
En mi trabajo con los hombres, ayudo a abrir espacio para que estas capas se revelen de forma segura.
Sin presión.
Sin juicios.
Y, sobre todo, sin forzar un proceso que debe suceder a su propio ritmo y al del corazón.
El descongelamiento no es debilidad.
Es un acto de valentía.
Con amor, Sitara Ju