No todas las relaciones terminan con una gran pelea.
A veces lo que termina es la conversación.
La mirada.
El interés en saber cómo está la otra persona.
Las parejas viven juntas en silencio todos los días… pero sin presencia real.
Intercambian información básica, evitan conversaciones difíciles y poco a poco se van distanciando hasta convertirse en casi extraños dentro de la misma casa.
Esto no significa que el amor haya terminado.
Pero significa que la relación ha entrado en un ciclo de protección emocional, donde hablar se ha convertido en un riesgo y el silencio parece la forma más segura de evitar el conflicto.
Pero este silencio también duele.
Genera resentimiento, soledad entre ambos y, muchas veces, fantasías de separación como única salida.
En mi trabajo con parejas, creo un espacio seguro para explorar la dinámica que está creando esta separación.
Ayudar a cada persona a reconocer sus miedos, las defensas que se han instalado a lo largo de los años y lo que aún se puede reconstruir, con verdad, presencia y límites más saludables.
El silencio se puede romper.
Y, a menudo, es entonces cuando la relación vuelve a respirar, con más profundidad e intimidad.
Con amor, Sitara Ju